Otoño. Linda mañana para caminar. En otra situación hubiera estado caminando en el parque, al lado del río. Eso no es posible ahora, pero sigo necesitando la conexión con la naturaleza a través de mis pies.
Cada dos o tres días camino hasta la despensa – el mercadito del barrio – para comprar lo que vamos necesitando. La posibilidad de hacer eso es suficiente para activar mi sensación de gratitud. Cada paso que doy en esta mañana de otoño es suficiente para hacerme sentir un poco más abierta en esta larga fila de días dentro de casa.
Más aún, el sol cálido de la mañana fresca es un respiro maravilloso luego de un extenso y caluroso verano. Respiro gratitud mientras camino: esto así tal cual es, es suficiente hoy y ahora. No sé qué va a suceder ni cómo se van a dar las cosas, pareciera que nadie lo sabe… ciertamente tengo miedo porque esta experiencia que estamos atravesando, solos y juntos, se profundice y haya más sufrimiento del que podemos sentir ahora. Esa es una emoción bastante real en mí estos días.
Pero estoy pudiendo estar con esta incertidumbre. La estoy llevando conmigo en cada momento, sintiéndola real e intensa por momentos. Cada paso que doy en esta caminata robada ayuda. Sentir la tierra bajo mis pies, el aire fresco de otoño en mis pulmones es más real que la duda angustiosa. Concentro mi atención en eso y avanzo en el camino, un día a la vez.
Decido sentarme en un banco de la placita del barrio. Medito mirando un árbol en frente mío y el sol que se cuela entre las ramas. Siento que estoy con esta vida tal cual es ahora. Presencia completa con todo lo que hay y es ahora, en mí, en todos, en la Tierra.
Pienso que si todos pudiéramos estar plenamente presentes, aunque sea por un rato cada día, surgiría en la humanidad una fortaleza consistente. Pero también sé que en situaciones de carencias reales y palpables, situaciones de violencia e inseguridad y en perspectivas de hambre y soledad, la presencia es algo muy dificultoso de lograr, porque es dolorosa sin medida.
Hay personas que no pueden estar presentes ahora. Y hay muchas personas que sí podrían, su situación no es ni tan compleja ni tan dolorosa como para esquivarla. Son los menos tal vez, pero suficientes para equilibrar la balanza. Lo valioso y fundamental de la presencia es que compensa no una, sino infinitas ausencias.
Ojalá que las personas que viven esta situación mundial de una manera más o menos tolerable puedan estar presentes para quienes experimentan el mayor sufrimiento.
Me quedo con ese pensamiento, mientras le robo a la cuarentena unos minutos más de meditación en la plaza. Siento gratitud por mi situación, que es tolerable y me permite incluso estar al aire libre, conectando con la vida. Respiro en esa gratitud, creando espacio en mi interior y dándolo a la vida, a la humanidad en mi exhalación. Gracias, gracias, gracias.
Sigo camino… hago las compras, vuelvo a mi casa.
Un paso a la vez, un día a la vez.
1 comentario
Stella Costamagna · 10 abril 2020 a las 15:49
Me gusto la reflexión En estos días de guardado y tanta incertidumbre ,respiro profundo y conecto con lo simple , mis plantas en un pequeño jardín ,las observo ,sus colores ,hojas y las preparo para el otoño Trato de contemplar y agradecer más seguido al Universo
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