Cuando sientes el cuerpo, sientes el camino.

Porque el camino no se puede transitar pensando, sino haciendo y el hacer siempre conlleva sentir, dimensionalmente -y lo incluye todo.

Si, al inicio uno piensa, diseña, planea, arma estrategia y expectativa pero luego se entrega al paso (o debería entregarse). El paso lo hace el pie, el cuerpo, la presencia… ya no queda espacio para -estrictamente- pensamientos. Andar la vida conlleva una mente-cuerpo completa que se abre, se mueve, siente y se expresa.

Quien piensa el camino y cree que se esa manera lo esta andando cae en tremendos autoengaños. Permite que sus creencias, ideas y automatismos inconscientes gobiernen su estar en el mundo, distanciándolo justamente, de estar en el mundo.

Para sentir hay que dar el gran salto que implica la aceptación del dolor, la incomodidad, la insatisfacción, angustia y sufrimiento que todas nuestras vidas poseen. Mientras no nos animemos a entrar ahí, evitaremos sentir y por ende transitaremos caminos en nuestras realidades mentales dejando poca o ninguna huella en la vida tal como es.