Texto del capítulo 9 del podcast ESPACIO DE AUTOCUIDADO que encuentras aquí.
Sabemos lo vertiginoso que son estos momentos para toda la humanidad, con una constante demanda de readaptación. La incertidumbre es muy palpable y cuando quedamos adheridos a esas sensaciones colectivas entramos en una vorágine de hacer, movernos, avanzar, reajustar… pulsan las emociones: enojos, miedo, frustración, alivio, pena, tristeza, de repente alegría… pensamientos anticipatorios negativos y también positivos, fantasías sobre el futuro, lo que deseamos, nuestras ilusiones.
Y corremos con el tiempo, con esa vertiginosidad, alienados, separados de lo más profundo, de nuestro corazón que sigue latiendo al mismo ritmo de siempre. Y no me refiero exclusivamente a la pandemia, sino a la forma en la que vivimos en este siglo, en estas últimas décadas.
Te recuerdo, entonces, lo importante de detenerte a observar… a observarte. Siente tu respiración. Inhalas. Exhalas. Y a medida que observas, te ralentizas. Con la voluntad de presencia nos aquietamos, vamos más lento.
Es posible que la vida ahora sea veloz y vertiginosa en algunos casos. Eso no significa que asimilemos esa velocidad hacia nuestro interior, queriendo resolver todo rápidamente: nuestras angustias, nuestros pesares, nuestras sensaciones e incomodidades.
Cuando llevamos esa vertiginosidad de la vida y el miedo a la incertidumbre hacia nuestro interior, nos demandamos resolver todo ya. No toleramos esa incertidumbre interna sobre qué va a pasar con lo que sentimos y entramos en una autoexigencia muy consistente respecto a trascender o salir de lo incómodo, de manera rápida, concreta para ir a lo siguiente.
Como si vivenciar, transitar la vida, fuera un proceso factible de manipular.
Nuestro mundo interno tiene sus propios tiempos. Las emociones son temporales, impermanentes, pero definitivamente ocupan tiempo y espacio interior. No desaparecen por el deseo de no sentirlas. Por el contrario, ese deseo nos puede llevar a negarlas, enterrarlas más profundo y, por ende, que prevalezcan pulsando desde lo inconsciente, manipulando nuestras acciones y conductas.
Cuando sentimos, sobre todo emociones que nos resultan incómodas o no sabemos gestionar, conectamos con esa vertiginosidad externa y pretendemos que pasen rápido. Las hacemos pasar rápido. Lo mismo sucede con los pensamientos vinculados con dolor, con frustración, con pesar y angustia. Queremos que desaparezcan.
Y ahí emerge la demanda de no ser lo que estamos siendo.
¿Podemos respirar -inhalar, exhalar- en esto que somos ahora? ¿Podemos habilitarnos eso? Por supuesto que sí, permitiéndonos ir mas lento en nuestro interior.
Eso que sientes, piensas y reconoces en tu interior no necesariamente se tiene que mover a la velocidad externa de la vida, de lo colectivo. Puedes tener tu propio ritmo y darte el tiempo y espacio necesario para estar, sentir, observar, resolver y mover esas energías como lo consideres en tu interior.
Cuando nos comprometemos y transitamos un proceso de autoconocimiento, que puede ser a través de una terapia, un práctica o propuesta de trabajo consciente, descubrimos también conductas y reflejos de autodaño, posturas incomodas en lo físico y emocional, y también surge ese deseo de movernos rápido a través de lo que resulta doloroso de observar, de lo que resulta doloroso de que exista en nosotros.
Y ahí nuevamente conectamos con la vertiginosidad veloz de querer cambiar, de querer modificarnos, resolvernos, para no sentir esa incomodidad, que implica no sentirnos, porque esa parte dolorosa es también lo que somos.
Somos lo que no nos gusta. Somos el rechazo a lo que no nos gusta. Somos el deseo de que eso se resuelva velozmente. Y también somos la incapacidad de estar con todo eso.
Cuando voluntariamente conectamos con la posibilidad -y la realidad- de ir mas lento, de observar procesos en tiempo y espacio, menos energía ponemos en rechazar y exigir y realmente podemos enfocarnos en estar compasivamente, incluir y entonces reconciliarnos con lo que hay en nuestro interior.
Esa reconciliación profunda con nuestro ser y nuestra vida lleva tiempo, energía, disposición… es proceso, desarrollo… Nuestra vida no son momentos inconexos, nos damos cuenta de eso. Nuestro mundo interno tampoco es momento. Como seres humanos somos procesos ocupando tiempo y espacio tridimensional, multidimensional. La mente identificada (el ego) es la que, engañosamente, ve todo como un momento sin volumen, como una foto, y pasa una tras otra sin detenerse en ninguna. Y ahí estamos de nuevo en lo vertiginoso y veloz y en querer que todo se resuelva ya mismo.
Nuevamente: inhalamos, exhalamos. Somos esto. Más lento… más lento en tu interior. Date tiempo, se compresiva contigo misma, se compasiva, espérate. Confía en tu ritmo: inhalación, exhalación.
Siente tus pies, estás aquí en este lugar pisando esta tierra. Estás ahora, en este tiempo, en esta mañana o tarde o noche, en el medio de tu vida. Conéctate profundamente con este aquí-ahora y veras que no hay mas velocidad que la tuya propia.
Permítete procesar, ser el proceso humano que eres… ser esta persona completa, con todo lo que hay, y a la vez cambiante, con todo lo que fluye. El afuera puede ir rápido y en tu interior puedes ir más lento, observando el suceder y encontrando tu acompasamiento con eso, respetando tu tiempo, tu ritmo, tu propio suceder interno.
Escucha este y todos capítulos de ESPACIO DE AUTOCUIDADO aquí.