Un extracto del teórico correspondiente al taller #14 del programa QIGONG PARA GESTIÓN EMOCIONAL: ORGULLO Y CELOS, disponible para comprar aquí. (a partir del 18/6).
Para que el orgullo y los celos emerjan, como también para el resto de las emociones sociales (vergüenza, envida, culpa), debe existir un contexto de competencia por los recursos que son escasos y la búsqueda de distinción. Ese contexto existe entre las mujeres desde los inicios del patriarcado, milenios atrás. Me parece interesante analizarlo brevemente para recordarnos de una realidad que, si bien para muchas se comienza a diluir, es aún muy concreta para la mayoría de las mujeres.
Ancestralmente, las mujeres han competido entre ellas en función de los factores que las hacen elegibles a los hombres: reputación, belleza (según lo parámetros del momento) y exclusividad sexual. Las mujeres han dependido de los hombres para obtener recursos y protección por miles de años, tanto la autonomía como la soledad eran altamente riesgosas.
En esta competencia, la elegida ganaba legitimidad y recursos, se convertía en esposa, podría ser madre y recibir del hombre lo que necesitara como sustento. En esa batalla, que aun persiste, se utilizaban medios indirectos para denigrar a las rivales o descalificarlas, como ya hemos visto respecto a la envidia y los rumores maliciosos.
Las mujeres “legitimadas” no cesaban la rivalidad: competían por su capacidad de criar y proteger a sus hijos/as para que alcancen la pubertad y se convirtieran en herederos (los varones) o en elementos de negociación y alianzas (la mujeres). Hasta el siglo 19, con los avances en la medicina moderna, la mortalidad infantil era de alrededor del cincuenta por ciento y por ello, las buenas madres, eran aquellas que aportaban muchos hijos y que por lo menos dos alcanzaran la edad adulta.
Las mujeres no elegidas parecieran no ser suficiente mujeres, eran catalogadas como fracaso en la soltería. Además, quedaban en riesgo de no tener suficientes recursos, dependiendo de la familia y siendo una carga. El conflicto es complejo porque la no-elegida estaba desprotegida, además de rechazada, por ello buscaba sobrevivir de la manera que podía.
Esto puede parecernos bastante desagradable planteado de manera tan concreta, pero representa un contexto real a partir del cual cada mujer puede comenzar a personalizar sus vivencias al respecto. A pesar de los cambios culturales de las últimas ocho a diez décadas aún no se han generado transformaciones profundas en los aspectos claves de la competencia entre mujeres, sino que más bien se han sumado nuevos factores y competencia por oposición.
En la actualidad, las mujeres trabajan y compiten también por el estatus de logro profesional y dinero, se difaman y deslegitiman con estigmatizaciones y acusaciones incluso sexuales, en un contexto en el que la reputación continúa siendo muy relevante. Adicionalmente, las mujeres por elección solteras, no madres u homosexuales, compiten en la defensa de su ideas y por no ser el mandato, siendo antagonistas en creencias, búsqueda de derechos y nuevas instituciones, utilizando muchas veces, los mismos medios indirectos que en la antigüedad.
La competencia entre mujeres es una dinámica profundamente introyectada en nuestras conductas sociales y en ella podemos observar todas las emociones sociales de manera particular. Los celos, la envidia, el orgullo y la vergüenza tienen completa correlación con ese espectro de maltrato colectivo que ejercemos entre nosotras.
¿Cómo crear una posibilidad de autovaloración y solidaridad entre mujeres?
Renunciando a competir.
En el miedo a no tener y en la sensación de carencia nos encontramos con los celos y la envidia, pero esos temores pierden peso cuando sentimos la capacidad de hacer, de generar, de crear y producir. Para una mujer que tiene esas habilidades, la vivencia de carencia o de pérdida es temporal por que confía en si misma para su sustento.
Cultivar la dignidad como vivencia intrínseca es importante, como ya vimos en el taller anterior, ya que habilita el reconocimiento y el respeto por el propio valor, además de que nos alienta profundizar en lo interno, los deseos y motivaciones que nos llenan. Aprende, capacítate, haz cosas nuevas, pero no lo que se “espera de ti” sino lo que te interesa y necesitas. Anímate a indagar sobre ello.
A esto le llamamos comúnmente “empoderamiento”, crear y consolidarte en tu poder personal, un poder que es compasivo, anclado en tu cuerpo y en la realidad, conectado con tu corazón, para que no sea mal usado en juzgar, denigrar o maltratar a otras personas.
Renunciar a competir requiere poder sentir esa seguridad interior que, paradójicamente, se nutre cuando compartes tus vulnerabilidades mas que tus logros, cuando ayudas en vez de distanciarte y juzgar, y cuando abres espacio en lo cotidiano para que otras mujeres puedan estar en su dignidad… y eso es simplemente cenar con amigas o conversar con tu hija. Dignifica a las mujeres con las que convives, dales crédito por sus ideas y logros, amplifícalas a través de la gratitud y honra su tarea y caminos.
Para todo esto, necesitas hacer tu trabajo emocional y darte cuenta cuando la mente identificada con la inseguridad y la competencia toma las riendas en los vínculos y pertenencias creando ese diálogo interno malicioso. Con práctica, esa cadena de pensamientos automáticos se puede interrumpir y luego elegir regenerarla hacia lo compasivo y cuidadoso para ti. Salir voluntariamente de nuestra propia mente tóxica es el primer paso para cambiar las realidades tóxicas.
Anímate a no ser lo que esperan de ti, sino a ser lo que sientes como verdadero, desde la experiencia de sentirte en eso mismo y consolidarlo tanto de manera que lo irradies. Allí no habrá orgullo ni celos, tampoco envida ni culpa. La unicidad que somos, al vivenciarla, lo silencia todo.
“Qigong para gestión emocional” es un programa de talleres online en el que mes a mes abordamos distintas emociones desde la perspectiva de la práctica corporal, la respiración consciente, caminata y meditación. Nos apoyamos en la filosofía budista para comprender y aprender a sentir las emociones y en las prácticas taoístas para complementar el proceso emocional hacia la regulación y expresividad.
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