20% es creación. 80% es copiar.
Tengo una relación contradictoria con las redes sociales. Las entiendo como un medio (social media, en inglés) para la expresión y la comunicación, no como un objetivo. 80% de las personas que están en las redes sociales solo miran y copian. Solo el 20% realmente crea nuevo contenido. La regla 80/20 es una regla general que se puede aplicar a muchas cosas… es una forma de mostrar proporciones.
Tu método de práctica te va a servir el 80% de las veces, para el restante 20% (cuando todo se derrumba, Pema Chodron) necesitas un segundo recurso. En esa disrupción probablemente haya posibilidad creadora.
80% de las personas están en modo supervivencia, 20% en modo creación-prosperidad. 80% de las personas se autopercibe creadora. 80% de tu trabajo interno de consciencia y espiritualidad es repetición. 20% es realmente innovación e insights.
Ouch… cómo duele.
En el 80% que se copia hay simplificación, es la única forma de que esto funcione ¿Sabías que la persona promedio pasa aproximadamente 90 minutos de su día en redes sociales y dedica 2 segundos a cada posteo? 7 segundos si le atrae el contenido. Solo clickea en uno entre cientos.
Eso significa que a este altura de este post casi nadie está leyendo.
Ahora puedo hablar de muchas más cosas, porque tengo tu atención. Pero no tanto, porque la ansiedad de alcanzar un beneficio por tu click me requiere mantenerte enganchada.
Espiritualidad no es para redes sociales. No es posible explicar conceptos complejos como consciencia, sensitividad, trauma, creación, supervivencia, emociones, meditación o movimientos en 2000 palabras o 30 segundos. Peor que eso es que las personas crean que leyendo una imagen con una frase motivadora resolverán conflictos de su infancia. Peor aun es que un profe de yoga recomiende una postura en un reel, como si realmente aportara algo en esos segundos.
Si algo aporta ese tipo de contenido es bypass espiritual, amalgamamiento del ego y una visión de las redes sociales como objetivo asociado al reconocimiento y a la validación externa.
Y aun así, aquí estoy.
Tengo un amplio contexto e historia en el marketing digital. Intento evitar el contenido basura y a veces no me queda otra, porque tengo un servicio online que requiere de difusión, publicidad y presencia en redes. Escribo para que te guste y cliquees.
Madre del contenido bastardo
¿A que viene todo esto? (y aquí viene mi catarsis).
Cada tanto encuentro copias y plagios de mi libro, ensayos y demás contenido que produzco. Me sucede desde 2007 cuando abrí mi primer blog. La mayoría de las veces no es intencional, otra veces si y muy expreso. He aprendido a soltar pero, a la vez, a pedir reconocimiento.
“Compasión idiota” es un término que usa Pema Chodron al explicar que la compasión no puede ser un espacio en donde guarecernos para no poner límites o defendernos. La generosidad tampoco puede ser idiota. Pero internet tiene una sola regla implícita e inquebrantable: lo que publicas se replica y se pierde su origen.
Soy madre de bastante contenido bastardo… lo ilegítimo, lo que se aparta de sus características originales o las va perdiendo (definición de diccionario). Como escritora que soy, me reconozco cuando me leo, en mis formas y conceptos, en esta mezcla de budismo-tao entendible a la cual le pongo mucha dedicación.
Me enoja, pero mas que todo me duele, los escritos bastardos son como hijos maltratados, heridos o incompletos. Disfruto lo que hago y creo, me duele ver las deformaciones. Pero es imposible de controlar y no tendría sentido hacerlo, y a veces, reclamo el reconocimiento.
En concreto, me encontré con un contenido que tenía muchas cercanías a escritos de Nuestro Utero y me activó a la defensiva. Le di espacio a mis reacciones, me trabajé con ello y en parte surgió escribir esto. Aclaro que también hablé con la persona y todo resuelto muy amablemente, no la conozco ni la juzgo ni es el objeto de este texto.
La solución a los bastardos es la ceguera voluntaria, como también con los comentarios: mejor no leer, no buscar, no saber. Cuando hay método de auto-recolección, es preferible concentrarse en lo que se crea desde el corazón.
Honrar el linaje de la creación
Ser creador no evita ejercer reconocimiento. Nadie crea de la nada. Esta dicho, ya también, que hay pocas posibilidades de verdadera innovación, lo que se crea es co-creación, adaptación, nuevas formas de lo que ya existe.
Reconocerlo es importante. Es como reconocer los linajes de la práctica, la herencia de la cual uno aprende y toma. Es reconocer a los ancestros. Al reconocer podemos apoyarnos en los maestros y en los creadores previos, por ello se los nombra, se los arroba (@). Esto también sucede cuando se trabaja profesionalmente en ensayos, libros e investigación, se cita fuente y eso le da solidez a la teoría o al trabajo que se presenta. Soy formada en las ciencias humanas, historia y comunicación en la universidad, filosofía oriental en mis dojos de práctica. Presentar una monografía sin fuentes significa un aplazo.
Las redes sociales no respetan eso. Las personas se apropian del contenido intencionalmente o por omisión, sea por inseguridad, desconocimiento, angurria o mezquindad. Y por supuesto, no hace falta arrobar todo el tiempo, pero si, no permitir que los demás asuman una creación cuando no lo es del todo. Hay que ser honestas.
Aun los creadores lo somos 80/20. Nos copiamos a nosotros mismos, pero sobre todo copiamos a nuestro linaje, ejercer reconocimiento lo avala. Reconocer y tomar abiertamente da continuidad a la energía, sostiene la abundancia y los frutos de lo creado. Cortar la línea ancestral, silenciar el linaje… bueno ya sabemos las mujeres todo lo que eso implica. Por lo pronto, sin reconocer te aíslas voluntariamente.
La vergüenza de no ser creadora 100%
En ámbito de la espiritualidad de las mujeres y el trabajo con el útero, me he encontrado con este tipo de mezquindad muchas veces. Llevo 20 años trabajando en este ámbito.
Mujeres que guardan sus fuentes y saberes con mucho celo. Mujeres que no explican de dónde han tomado lo que enseñan, que dejan creer que todo es nacido de su propia fuente y se niegan a contar quienes son sus inspiraciones o apoyos. Muchas veces no los tienen, han robado la creación y adoptado a los bastardos. El punto es que nunca les serán propios y el tufillo de los celos, del ocultamiento o la avaricia se huele y en realidad, las debilita.
Esa forma me resulta muy pesada. Prefiero apoyarme libremente en quien me puede sostener y acompañar en mi intención de dar y, humildemente, reconocer que lo que doy es a través de mí, pero no es mío. Entre crear y co-crear, me quedo con lo segundo. Amo escuchar a las mujeres y trabajar desde lo que es real en nosotras.
Nuestro Utero fue escrito de esa manera, después de años de trabajo de asistencia y experiencia personal. Tiene largas páginas de reconocimientos al final, incluso específicos de la segunda edición, que fue otro proceso. Todas las veces explico desde dónde enseño, respecto a las prácticas y el contenido teórico, cuál es el contexto, y a su vez, mis espacios de práctica y sostén están listados en “Sobre mí”.
El mandato patriarcal de “tengo que poder con todo” ubica a las mujeres en la creencia de tener que ser 100% creadoras, en todos los ámbitos, no solo en asistencia sino también en la casa, en la familia, en lo profesional. Una mujer fuerte es la que resuelve todo por ella misma.
Soy una mujer fuerte, el 80% del tiempo.
El 80% de las veces también prefiero y me gusta recibir ayuda, ser colaborada y colaborar.
Me gusta arrobar gente y apoyar a otras creadoras. Soy generosa porque es mi necesidad interior y habilito mis creaciones a quien me las pide y ayudo transformarlas en hijos propios.
Las redes sociales son necesarias para lo que hago y brindo, y me peleo con ellas la mitad del tiempo. La otra mitad, disfruto de los “me gusta” y del impacto que causan mis creaciones. Tal vez tenga que disfrutar el 80 y pelearme el 20…al fin y al cabo, sirven para esto.
Y si has llegado hasta aquí, estás dentro de 2% de las lectoras que llega al final de un post! Felicitaciones, eres excepcional. Gracias por tu lectura y por dar espacio a mi catarsis y necesidad expresiva.