Me tomó ciertos años comprender que uno no enseña nada, sino que comparte su propia práctica. Enseñar es cuestión de, simplemente, compartir quien uno es.
Cada día de mi vida, hace varios años, practico. Y es esa práctica la que nutre lo que enseño, o más bien, los caminos que acompaño. Lo otro que lo nutre, es la conexión verdadera con las personas que practican conmigo.
Me suelen decir que mis clases y mis videos son muy espontáneos, muy fluidos. Es que hace unos 18 años que me dedico a esto -a practicar, no a enseñar-. Conozco las puertas que se abren con la práctica, aunque nunca son las mismas, son similares. Entonces puedo orientar a las personas que desean abrir determinadas puertas porque yo ya he pasado por ellas.
Otras veces, mis clases resultan rígidas y menos fluidas. Seguramente son los nuevos caminos que estoy explorando. He aprendido a transitarlos en la incertidumbre sin querer escapar. Eso me permite que cuando llega una persona que me representa un desafío o no sé cómo acompañarla, me abro a caminar a su lado, dejándole saber que no voy a desaparecer, que puedo quedarme en la noche más oscura. Eso solo es posible porque me he quedado en las propias.
El zen me enseñó a usar la práctica para entrar en mi vida. Muchas personas usan la práctica escapar de sus vidas o para idealizarlas. En mi caso, la práctica ha sido una gran herramienta en momentos complejos, me permitió resolverlos con más claridad y más facilidad. También me ha permitido abrirme a lo maravilloso que es estar viva y a disfrutar de eso.
Entonces, si practicas conmigo, será para entrar en tu vida y para aprender herramientas que te ayuden a gestionarte mejor. Y encontrarás dificultades y dolor, pero también alegrías y logros. Aprendemos a no aferrarnos a ninguna de esas experiencias, sino a continuar fluyendo.
Me interesa que las personas comprendan lo valioso del autocuidado y lo importante de la autoregulación. Somos responsables de nuestras propias vidas, cada uno de nosotros. No importa qué practicas, sino que lo hagas, que uses los recursos que ya sabes o aprendas nuevos. Pero en el afán de aprender cosas, muchas personas se pierden en la no-práctica.
Soy una practicante con vocación de asistencia, eso requiere de mucha práctica. Parte de mi rutina diaria es para mí, y otra parte es para poder asistir desde un lugar de ecuanimidad, compasión y amor. Para acompañar la práctica de otros, tal vez, no hay que saber tanto, sino más bien estar dispuestas y receptivas.
Hoy, que abro la agenda de turnos y cursos de este año, me alineo con la vida y estoy receptiva a que la vida me conecte con las personas y me guie en el servicio que puedo brindar.
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